martes, 23 de agosto de 2016





                                   ECLIPSE SOLAR  TOTAL EN VENEZUELA.

                                       (26 de febrero de  1998)


Llevaba toda la semana planeando nuestra escapada familiar a la playa, y en esta ocasión había algo tan especial que no podíamos perder por nada del mundo, era el último eclipse solar total del siglo XX.  
Después  de meter  todo lo  que  llevábamos  en  el  Toyota Corolla (cosa harto difícil porque siempre íbamos excesivamente cargados), comenzó  el viaje  desde  Maracay (Edo. Aragua)  hasta Chichiriviche (Edo Falcón), a unas 2 horas aproximadamente de distancia, que animábamos al  ritmo de canciones de  Juan Luis Guerra, UB40, Bob Marley, Maná, José José, Emmanuel, Serrat, entre  otros.
Bellísimo el paisaje de la recta final de la carretera hacia Chichiriviche. En el Golfo de Cuare  estaban alegrando el paisaje con sus colores desde el blanco, al rosado y rojo bermellón los  flamingos  y  Coro-coras, como  si  ellas supieran  que  íbamos a llegar y con su presencia nos daban  la  bienvenida y recordarnos que la naturaleza es obra de Dios.
Una  vez  llegados  a nuestra casa y descargar el coche, mi catira hermana Eva fue a casa de sus  amigos llegados de  Barquisimeto (Edo Lara) para ponerse de acuerdo a la hora que al día siguiente emprenderíamos rumbo a Adícora para presenciar la última maravilla del siglo XX, el eclipse solar total, el mejor, el más memorable y que no volvería a repetirse hasta varios años después.  
Salimos de Chichiriviche a  las 9.30 de la  mañana en dos coches. Eramos 9 personas, cinco en el  antiguo Oldsmobile de los amigos de  mi hermana y cuatro en  el nuestro. Por delante teníamos 266 Km. que hicimos en 3 horas y media debido a la gran afluencia de gente que se dirigía al mismo lugar.
A nuestra llegada a Adicora observamos gran cantidad de avionetas estacionadas en un simulacro de campo de aviación, en  unos terrenos baldíos que habían habilitado para tal fín.
El pueblo estaba lleno de turistas y curiosos llegados de lugares remotos, pues se afirmaba que era el lugar desde el que con mayor impacto se podría disfrutar del maravilloso fenómeno.
La picaresca nacional había convertido a niños y mayores en buhoneros por un día, quienes por el insignificante precio de 5 Bs. ofrecían un remedo de gafas de cartón cuyos cristales habían sido sustituidos por placas de rayos X y de esa manera no correr riesgo de dañar los ojos al mirar hacia el sol.
Tuvimos muchas dificultades para encontrar libre un lugar en primera línea del mar donde poder estacionar y montar el campamento. Por fín en una casa medio destruida por la fuerza e impacto de las olas, estacionamos los vehículos y montamos la barbacoa preparándonos para el mágico momento que nos había llevado hasta allí.  
A las 2 pm. lentamente la Luna comenzó su trayectoria hacia el Sol y su sombra circular comenzó a ocultar el disco solar de Oeste a Este. El eclipse progresó poco a poco y 15 minutos antes de cubrir totalmente al Sol, el cielo se volvió extrañamente oscuro, el silencio envolvió el lugar de forma misteriosa, las olas del mar se calmaron, y un miedo sobrecogedor inundó nuestras almas, porque yo como muchos, ante semejante prodigio advertimos fehacientemente lo insignificantes que somos ante la inmensidad del espacio.
Paulatinamente la Luna siguió su curso y los gallos comenzaron a cantar como si fuera el amanecer de un nuevo día, las olas se avivaron y el mar volvió a su sonido habitual. Las personas comenzamos a aplaudir y gritar asombrados y también aliviados por volver a la normalidad.
Adícora que es una de las poblaciones de la Península de Paraguaná en el Estado Falcón, fue la última tierra continental que cubrió la franja de la línea central del eclipse.
Sin lugar a dudas fue una de las experiencias más fascinantes de mi vida que jamás olvidaré y que nunca podré volver a vivir, pues en esa región un eclipse similar no volverá a repetirse hasta el 26 de setiembre del 2071.
Imborrable recuerdo.

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